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Calvás pone el dedo en la llaga de una práctica muy difundida y exigida por numerosos jefes, que es la “exigencia de quedarse en el sitio de trabajo, así sea calentando puesto”, y dice que eso “se convirtió en una costumbre nefasta de las empresas en el país”.

“Es sorprendente lo que pasa aquí: si un jefe o ejecutivo se queda a trabajar más allá de las cinco o seis de la tarde en su oficina, es decir, más allá de las ocho horas que exige el Código laboral, a muchos subalternos los invade el miedo de abandonar el espacio de trabajo”, remarca Calvás en su columna.

Con base en un caso que conoció, este columnista asegura que los subalternos no son culpables de que sus jefes se queden “hasta las siete u ocho de la noche en la oficina”. Y cuestiona que esos jefes no se den cuenta de que mientras ellos tienen carro y conductor pagado por la empresa y su retorno a casa dura 20 minutos, los subalternos se deben meter por dos horas en un bus para volver al hogar.

También menciona el caso de un ejecutivo “que se molestaba porque sus colegas no le respondían los correos electrónicos o mensajes de WhatsApp que mandaba a las 10 de la noche o un sábado al mediodía”, por lo que pregunta: “¿Qué justificación tenía él para eso?”.

Todo esto lo plantea Calvás sin perder de vista el tema de las horas extras que, recuerda, fueron desmontadas en el gobierno de Álvaro Uribe, y que la administración de Juan Manuel Santos prometió restablecer hace seis años.

Califica de “imperiosa” la necesidad de recuperar el pago de las horas extras nocturnas. Y dice que si bien en Colombia las extras “no se pagan (o se pagan mal), […] sí se exigen como prueba de compromiso con la compañía en la que se trabaja”.

Cabe recordar que, según el Código Sustantivo de Trabajo de Colombia (Artículo 161), la duración máxima de la jornada ordinaria de trabajo es de 8 horas al día y 48 a la semana, salvo algunas excepciones como las labores insalubres, o el caso de los menores de edad.

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