El joven de 23 años se convirtió en Yesid Rodríguez y le tocó cambiar, entre otras cosas, de peinado, forma de vestir y hasta hacerse un tatuaje en el cuello para pasar desapercibido entre los empleados de la compañía, especialmente, de quienes recibió capacitación en diferentes labores.

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Para vivir la experiencia, del programa del canal RCN, el integrante de la familia Bessudo se prestó para desempeñar un rol de joven que no ha tenido la oportunidad de estudiar y que tiene todas las ganas para trabajar en esa empresa.

Inicialmente, encarnando a Yesid, trabajó como operario del call center de la empresa, área en la que recibió la capacitación de Luz Aida Agudelo, una de las operarias.

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“El tema acá es de querer aprender. Si tú quieres aprender, todo lo puedes. Manejamos desde un hotel en Medellín (…) hasta un crucero en Dubái o en cualquier parte del mundo”, le recomendó al joven infiltrado.

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Un segundo trabajo lo desempeñó en el área de carga, en donde conoció la historia de José Reinel Rojas, un empleado con varios años de experiencia en la empresa (a un año de pensionarse), y cuya esposa sufre de artritis y él tiene que padecer cada mes para lograr pagarle su tratamiento.

En ese rol lo desempeñó desde las 4 de la mañana hasta muy tarde en la noche. Para Paul, el trabajo que hacen los operarios es demasiado desgastante y agotador.

Su experiencia, incluso, sirvió para detectar algunas cosas que no funcionan de la mejor forma en la compañía y que podrían generar problemas a futuro en los procesos.

La tercera parte de su misión como jefe encubierto y una de las que más lo marcó fue la de trabajar en el área de servicios generales. Su labor consistió en lavar baño, sacar las basuras de las oficinas, trapear los pisos y hasta desempeñarse como mesero en la cafetería.

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“La escoba no la sabe coger; lo que mejor hizo fue recoger basura”, dijo Sandra, la persona que le dio la inducción a Yesid en servicios generales.

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Un último trabajo fue como integrante del equipo de mudanzas de la empresa. Allí conoció a Mauricio, quien le dio la inducción, y tuvo que aprender a empacar un trasteo, algo que también le generó dificultades.

Al final de la experiencia, Paul volvió a asumir su rol como accionista e integrante de la familia dueña de Aviatur. Según dice, lo más importante fue conocer las historias de vida que hay más allá de las decisiones que se toman en la junta de la organización.

Además, a las personas que le ayudaron como instructores en su ‘odisea’, él y su tío les dieron beneficios en la compañía como ascensos y mejores condiciones. Además, el premio mayor fue ir a conocer el mar en Cartagena con las familias de los 4 empleados.

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