Este precio da un valor total de 66.000 millones de dólares (casi 59.000 millones de euros) a Monsanto, fabricante del polémico herbicida Roundup (glifosato), cuyos efectos en la salud humana han sido cuestionados repetidamente.

De esta forma, Bayer logró evitar que las negociaciones se torcieran con el grupo estadounidense.

Pero Monsanto, rey de las semillas transgénicas de maíz, trigo y soja, no se ha dejado convencer fácilmente: la primer oferta formulada en mayo fue de 122 dólares por acción, un total de 55.000 millones de euros.

‘Demasiado caro’

Las distintas ofertas propuestas por Bayer desde mayo, cada vez más elevadas, habían sido declinadas hasta ahora por el grupo estadounidense, que se mostraba abierto a negociar haciendo saber que tenía otras proposiciones sobre la mesa. Pero los misteriosos rivales nunca se materializaron.

BASF, otro gigante de la industria química alemana, rechazó lanzarse a la arena, pese a seguir con atención las eventuales cesiones que las autoridades de la competencia podrían exigir.

“No me gusta esta transacción”, afirma el analista de DZ Bank, Peter Spengler. “Realmente, Bayer está pagando demasiado caro, así que deberá lograr el mayor beneficio” posible de la fusión, consideró.

“La transición aúna dos actividades diferentes, pero fuertemente complementarias” en términos de semillas, fertilizantes y pesticidas, señalaba Bayer en su comunicado.

Juntos, Bayer y Monsanto se convertirán en un gigante mundial con una cifra de negocios anual de 23.000 millones de euros (25.800 millones de dólares) y una plantilla de casi 140.000 empleados.

Cuestión de reputación

En Alemania, un país cuya sociedad se opone mayoritariamente a los transgénicos, la compra de Monsanto por parte de una de las compañías históricas de la industria nacional ha caído como un baldado de agua fría entre las organizaciones y políticos ecologistas, que también critican con frecuencia los pesticidas de Bayer y califican la fusión de “matrimonio infernal”.

“La adquisición de Monsanto significa más transgénicos y más glifosato en el campo”, algo que rechazan los consumidores, advirtió la ONG Campact el miércoles.

Sin embargo, el nuevo presidente de Bayer, Werner Baumann, aseguró que sería capaz de “lidiar con la reputación de Monsanto”, esperando compensarla con la imagen de su propio grupo.

Ciertos agricultores también temen verse atados de pies y manos a la hora de negociar con un solo proveedor la compra de semillas, fertilizantes y pesticidas: esta fusión es solo el último episodio de un proceso de creciente concentración en la industria química.

Confrontados a los bajos precios de las materias primas, los estadounidenses Dow Chemical y DuPont decidieron igualmente fusionarse, un matrimonio que Bruselas está examinando actualmente. Mientras, la china ChemChina quiere comprar a la suiza Syngenta, que durante una época fue cortejada por Monsanto.

Se espera que el acercamiento entre Bayer y Monsanto, que ambos grupos quieren cerrar antes de 2017, aumente su beneficio bruto de explotación en torno a 1.300 millones de euros (1.500 millones de dólares) al cabo de tres años.

Poniendo 66.000 millones de euros sobre la mesa, Bayer se gana la medalla a la mayor adquisición de la historia realizada por una empresa alemana, puesto que hasta ahora correspondía a la automovilística Daimler, que pagó 36.000 millones de dólares a finales de los años noventa por la estadounidense Chrysler.

Se trata de un alto precio que Bayer pretende financiar con deuda y emisión de acciones, aunque las agencias de calificación ya han advertido que supondrá un descenso en la nota del grupo de Leverkusen.

En la bolsa de Fráncfort, el epílogo de esta saga fue aplaudido, con un alza de 2,39% a 95,53 euros de la acción Bayer a las 6:52 a.m. (hora colombiana).

Por Marie Julien – AFP

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