El hecho es solo evidente en las distancias largas, donde son fácilmente comparables los tiempos que hacían los nadadores en una u otra dirección.

El hecho fue puesto de presente por 2 análisis estadísticos, uno del profesor Andrew Cornett, de la Universidad de Michigan; y otro de los profesores Christopher Brammer y Joel Stager, de la Universidad de Indiana, según informa el periódico ‘The Washington Post’.

Las diferencias son tan protuberantes que deberían costar la medalla a algunos nadadores.

Similares hallazgos fueron hechos en los Campeonatos Mundiales de Natación de Barcelona del 2013, pero cuando se trató de verificar la piscina, ya estaba desmontada.

En Río, los atletas en los carriles de la mitad no fueron afectados. Pero en los carriles ubicados al lado de la piscina con número más bajos, los competidores estuvieron 0,4 segundos más rápidos cuando se alejaban del partidor. Los ubicados en el lado de la piscina con número más altos sufrían del problema opuesto: los nadadores estuvieron 0,2 segundos más lentos cuando se alejaban del partidos, comparado con el regreso”,

dice ‘The Washington Post’.

Citado por el periódico, Barry Revzin, un analista de datos, que nadaba competitivamente con el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), dijo que, en general, los nadadores se movían más rápido cuando iban en los carriles de mayor numeración; y más lentos, en los de menor numeración.

Tanto la piscina de Barcelona como la de Río fueron construidas por la misma empresa: la italiana Myrtha Pools.

Teorías de qué explica el fenómeno van desde la rigidez de las paredes de la piscina hasta propensión a temporal a las corrientes. En otras palabras: los profesores no tienen ni idea, pero creen que el tema debe ser tomado en serio.

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