Apenas había pasado una semana desde que su madre le despertó en la lluviosa madrugada del 29 de noviembre. El avión donde viajaba este modesto equipo del sur de Brasil a su histórica final de la Copa Sudamericana había desaparecido cerca de Medellín.

Conmocionada, esta periodista de 33 años se abalanzó a confirmar la noticia que le rompería la vida, la de la muerte de su esposo en una tragedia que daría la vuelta al mundo.

Miembro de la ilusionada delegación del Chapecoense que había partido rumbo a Colombia en pleno sueño, el asesor de prensa Cleberson Silva, de 39 años, fue uno de los 71 fallecidos en el accidente.

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Pero, antes que nada, era el esposo de Sirli Freitas desde hacía 14 años y el padre de sus dos hijos de 8 y 3.

“Fue horrible y está siéndolo hasta hoy: contárselo a mis niños, al resto de la familia… Estuve todo el tiempo conectada, buscando informaciones de lo que estaba pasando”, recuerda mientras el nuevo ‘Chape’ se entrena a sus espaldas.

“A veces, todavía no te crees que realmente pasó. Fue tan doloroso que parece que no fue verdad”, añade esta joven que le permite pocas concesiones a una tristeza que, sin embargo, todavía le apaga la sonrisa. Aunque ella no quiere, ni puede, darle cancha al desánimo.

Lo hizo durante siete días, los que transcurrieron entre la vida que había elegido y la que le impuso el accidente. Entre ser ella quien contara las historias como reportera y fotógrafa del regional Diario Catarinense a convertirse en protagonista de una noticia global que llenó la tranquila Chapecó de periodistas de todo el planeta.

Tras la parálisis inicial, el tiempo se aceleró entonces para Sirli, a quien ahora le cuesta creer que ya han pasado casi cinco meses del resto de su vida. De lo que no se arrepiente es de aquel impulso que le hizo asumir el puesto que tan feliz había hecho a su esposo.

“Todas las jornadas tienen sus momentos complicados, porque todo me recuerda a él. Estoy haciendo lo que él hacía y le echo tremendamente de menos. Pienso en cómo actuaría estando aquí, y eso me ayuda a enfrentar esos periodos difíciles”, confiesa.

Uno de los peores fue el 3 de marzo, cuando tuvo que acompañar al plantel sub-23 a un amistoso en Perú. Era su primer viaje internacional con el equipo, como el que le había arrebatado a su compañero de vida.

“Personalmente fue horrible, porque pensaba en todo lo que pasó y fue un viaje bastante doloroso”, recuerda.

Cuenta que lo superó gracias al cariño que encuentra el ‘Furacao’ por dónde va y que le ayuda a que cada salida le sea más fácil. Si no fuera porque está renovando su pasaporte, este jueves estaría en Montevideo para el duelo contra Nacional por la Copa Libertadores.

Todavía le queda, sin embargo, el vuelo más duro. El que le llevará junto al equipo a Medellín para disputar la vuelta de la Recopa Sudamericana ante el Atlético Nacional el 10 de mayo.

El mismo viaje, y el mismo estadio al que nunca llegaron ni su esposo ni el grupo de soñadores a los que se les truncó el destino en aquella noche horrible.

Como aquella vez, el Chapecoense viajará con la oportunidad de levantar un trofeo continental, apenas cinco meses después de haber sufrido el infierno de perder a 44 integrantes, 19 de ellos jugadores.

Con información de AFP.

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