Este sábado, cuando se dispute la octava fracción de la edición 103 del Tour de France, y la caravana cruce la cima del Tourmalet, habrá que recordar que en la primera incursión de un equipo colombiano, un boyacense, José Patrocinio Jiménez ganó la ascensión, y aunque no venció en la etapa, en la que se impuso el británico Robert Millar, él se enfundó ese día la camiseta de pepas rojas.

Fue el 11 de julio de 1983, en la etapa 10 entre Pau-Bagnères de Luchon, la primera en los Pirineos en esa edición.

Ese día yo estaba volando, pero Robert Millar se me pegó y yo, de bobo, jalé durante 140 kilómetros. Al final, por vivo, él fue el ganador de la etapa. Ese día fue cuando el ciclismo colombiano mostró que tenía mucho que decir en las montañas del mundo”,

recordó Jiménez en una entrevista en 2008 en El Tiempo al cumplirse los 25 años de su histórica gesta.

Jiménez, ‘el viejo Patro’ perdió la clasificación de la montaña al final, luego de portarla varios días, por errores de estrategia y finalizó 17 en la general.

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Una mentira que dio origen a una leyenda

El Tour afronta este sábado el paso por el Tourmalet en el transcurso de la octava etapa, que finalizará en Bagneres de Luchon. Se trata de “la montaña” de los Pirineos, y tal vez del Tour. Pasar en cabeza por su cima abre un lugar en el libro de oro de la carrera y para el simple aficionado, una foto es un recuerdo inolvidable. 

El Tourmalet (2.114 metros) es un muro de 17 kilómetros situado en el corazón de los Pirineos. Su porcentaje medio es del 7,4 por ciento y tiene rampas del 10 y 12. Es el lugar donde Bahamontes, el “Àguila de Toledo”, no temía a nadie.

La “montaña de mal retorno”, según la traducción a la lengua gascona, es una montaña que enamora, un lugar simbólico, de culto para profesionales y aficionados, donde se guarda como un tesoro la épica del Tour y del ciclismo. También un desafío, un símbolo que tuvo su origen en el deseo de probar los límites humanos.

La relación eterna entre el Tour y el Tourmalet empezó en 1910, cuando el periodista de L’Auto Alphonse Steines fue a investigar las condiciones del puerto y pasó un falso informe al director del Tour, Henri Desgranges. “He cruzado el Tourmalet. La carretera es buena y transitable”. Mintió.

Octave Lapize, en 1910, fue el primero en conquistar la cima del Tourmalet, y días más tarde se enfundó el maillot amarillo como ganador del Tour. Este corredor-leyenda fue uno de los campeones del Tour que se dejaron la vida en la I Guerra Mundial.

La última vez que se subió el Tourmalet fue en 2015 y lo superó en cabeza el polaco Rafal Majka.

El libro de oro del Tour se acuerda de una cima que además otorga el premio Jacques Goddet.

La primera vez que subí recuerdo que iba escapado y todos los rivales iban desperdigados por el puerto. Eran tiempos muy difíciles, las bicicletas pesaban el doble que ahora y no teníamos apenas desarrollos”,

recuerda Bahamontes, que coronó en cabeza el Tourmalet en 1954, 62, 63 y 64.

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Para otros ciclistas legendarios de la época, como Julio Jiménez, el Tourmalet “es el puerto más famoso, pero no el más duro. Costaba mucho más trabajo subir el Galibier o el Izoard”, recuerda.

Este sábado, vuelve el Tourmalet, que no es un puerto cualquiera.

No se puede concebir un Tour sin Pirineos. Y el Toumalet es el gran apellido de estas montañas junto al Aubisque”,

recuerda Jean François Pescheux, responsable técnico y del recorrido del Tour de Francia durante 10 años.

En la cima del Tourmalet hay un monolito homenaje a Jacques Goddet, director del Tour de Francia de 1936 a 1987, y una gran estatua de Octave Lapize como pionero de su ascensión en el Tour. La leyenda espera al conquistador del Tourmalet 2016.

Con EFE