El estudio se centró únicamente en ciclistas aficionados bien preparados.

Publicado en la revista médica The Lancet Haematology, demuestra que aunque la EPO (eritropoyetina) mejora sus actuaciones en exámenes cortos de esfuerzo en laboratorio, no tiene efectos notables durante una carrera de resistencia en una carretera en condiciones reales.

“Queda por saber si estas conclusiones se aplican también a los ciclistas profesionales”, cuyos niveles de entrenamiento son bastante más importantes, comentó el responsable del estudio, Jules Heuberger, del centro de Investigación sobre Drogas de Leiden, en Holanda.

Según Heuberger, “el objetivo era aplicar a la investigación sobre dopaje los mismos estándares que para los ensayos clínicos”.

En efecto, “hay pocas pruebas científicas sobre los productos dopantes, en parte porque resulta imposible realizar exámenes con deportistas de alto nivel, sometidos a las normas de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA)”.

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A falta de medir los resultados en profesionales, el estudio se dirigió a un grupo de 48 ciclistas amateurs pero con buena forma física, de entre 18 y 50 años.

Durante 8 semanas, la mitad recibió inyecciones semanales de EPO, y la otra mitad de un placebo. La EPO estimula la producción de glóbulos rojos y favorece la oxigenación de los músculos.

El primer examen, en laboratorio, consistió en pedalear sobre una rampa cuya resistencia aumentaba cada cinco minutos, hasta llegar al agotamiento (entre 30 y 50 minutos).

Ineficaz en esfuerzos prolongados

El segundo examen, igualmente en laboratorio, se correspondía con lo que sucede en una contrarreloj: pedalear lo más rápido posible durante 45 minutos.

El último examen se desarrolló en condiciones reales sobre el asfalto, doce días después de la última inyección: un recorrido de 110 kilómetros y la ascensión de uno de los puertos míticos del Tour de Francia, el Mont Ventoux, sobre 21,5 kilómetros.

En el primer examen, basado en un esfuerzo intensivo, el rendimiento del grupo que había tomado EPO fue superior (refiriéndose a la potencia máxima alcanzada y al consumo de oxígeno).

En cambio, para los dos otros exámenes, no se detectó ninguna diferencia entre los dos grupos, tampoco a nivel de los parámetros de su actuación (cerca de 1 hora 40 minutos en escalar el Mont Ventoux).

Esas conclusiones ponen en duda la eficacia de la EPO.

“Creo que el estudio está bien hecho. El único reproche es que sus autores incluyeron a individuos con una cierta edad”, mientras que en el deporte de alto nivel raramente se superan los 35 años, valora para la AFP el experto francés Michel Audran.

Este profesor de biofísica está al frente del departamento de análisis de la Agencia Francesa de Lucha Antidopaje (AFLD) y dirige el laboratorio antidopaje de Châtenay-Malabry, muy importante en el combate contra la EPO.

Audran recuerda que otro estudio, de 2012, llegaba a las conclusiones contrarias, estimando que sus resultados en 3.000 metros habían mejorado hasta un 6% por la EPO.

Según Audran, el hecho de que el estudio holandés se realizara a ciegas, sin que los voluntarios supieran si se les inyectaba o no EPO, pudo disminuir el efecto psicológico de la sustancia dopante.

En los años 90, la EPO era la estrella de los productos dopantes hasta la introducción de un test de detección en 2001.

Los deportistas dopados recurrieron frecuentemente a otros productos conjuntamente con la EPO. Uno de los más famosos, el corredor estadounidense Lance Armstrong, reconoció en 2013 que su “mezcla” personal combinaba EPO, transfusiones sanguíneas y testosterona.

Con AFP