Una de las etapas más complicadas del Tour, con 214,5 kilómetros de recorrido, con 6 puertos de montaña: uno de cuarta, uno de segunda, otro de primera, uno fuera de categoría a 25 kilómetros de meta, un descenso y después otros dos premios, de primera y segunda categoría, fue un verdadero calvario para el líder del Sky, reconoció el propio pedalista en una entrevista realizada por The Sunday Times.

Aquella etapa, en la cual el colombiano Rigoberto Urán terminaba en el segundo lugar, descontándole a Froome 20 segundos, Fabio Aru se colocaría la camiseta amarilla por escasos 6 segundos de ventaja.

Básicamente, ese 13 de julio, todos los rivales del británico tenían el arma cargada en sus manos, pero ninguno se atrevió a tirar del gatillo, expresa el medio.

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El último campeón del Tour recordó que aquel día todo iba saliendo de acuerdo al plan trazado inicialmente por el Sky. Durante 200 kilómetros el equipo británico había impuesto su propio ritmo y había evitado que Nairo Quintana, Alberto Contador y Jakob Fugulsang recuperar el tiempo perdido en la primera semana.

“Sentí el esfuerzo extra y les hablé por el radio para motivarlos; ‘están haciendo un trabajo grandioso. Este lote de punta es más pequeño. Sigan así.’ Ellos estaban haciendo mucho daño y yo me sentía muy bien”, dijo Froome.

Sin embargo, toda esa situación cambió a falta de 4 kilómetros para la meta.

“Sentí como si hubieran apagado el interruptor. Pasé de sentirme bien, a vacío. Me sentía mareado y endeble, realmente débil de las piernas. Cada pedalazo era una agonía”.

El líder del Sky debió tomar medidas urgentes para evitar lo que para él podía ser una catástrofe; pidió a sus gregarios que bajaran el ritmo.

“Siempre recordaré la cara que hizo Mikel Nieve, era parte incredulidad y parte miedo. Habíamos empujado muy duro todo el día, así que frenarse fue impactante para él. Una vez que te quedas sin ‘combustible’, no hay nada que puedas hacer para recuperarlo”, le dijo Froome al Sunday Times.

La etapa llegaba a su final, solamente faltaban 1.000 metros para finalizar el suplicio de Froome en el Peyresourde. El británico, viendo que sus rivales no habían atacado, soltó la rueda de Mikel Landa (su compañero), se fue hacia un costado y miró atrás, “dando la impresión que tenía aún mucha energía”.

Pero todo era una pantomima. Froome sabía que “si alguien me atacaba no hubiera ido a perseguirlo, simplemente hubiera regulado para llegar a la meta lo más eficientemente posible”.

Llegaron los ataques; primero George Bennett, después Fabio Aru y Romain Bardet. Luego Rigoberto Urán. Todos dejaron atrás a un ‘moribundo’ británico, pero fue muy tarde para ‘matarlo’ realmente. Si lo hubieran hecho antes, tal vez la historia hubiera sido otra.

¿Tambaleaba el campeón del Tour de Francia? ¿Acaso no era tan fuerte como todos creían? No, solo se trató de un error.

“Las piernas se sentían bien, la potencia estaba, pero tuve problemas de energía. Mi equivocación no fue ese día, sino las etapas previas”, explicó Froome.

“Habíamos tenido 2 etapas planas antes del Peyragudes y comí menos de lo que debía. Eso tuvo un efecto retardado, porque el día de montaña comí lo suficiente. Se prenden lesiones en cada Tour”, añadió.

“Desde Peyragudes hasta París no dejé de comer y terminé pesando casi 1,5 kilos más de lo que lo hacía al principio de la competencia”, concluyó Froome.

Esa montaña, esa etapa, ese día, todo el Tour de Francia hubiera tomado un rumbo distinto si alguien se hubiera atrevido a atacar a un ‘tambaleante’ Froome. Sin embargo, la actuación del británico fue tan buena que nadie creyó que iba mal. Al final nadie atacó cuando era y Chris obtuvo su cuarto título.

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