Como anticiparon los organizadores, el evento de apertura fue una “fiesta de los sentidos”. En el espectáculo participaron en escena alrededor de 500 personas, entre coreógrafos y artistas, algunos con discapacidad.

Aaron Wheelz, un hombre que nació con la espina bífida y que vio en su silla de ruedas un modo de crear espectáculo, dieron el comienzo al show. Su salto sobre una colchoneta inflable después de bajar una larga rampa se llevó la primera gran ovación de la noche:

Un momento emocionante vino con el himno brasileño: lo tocó el maestro Joao Carlos Martins, que en un momento abandonó el piano por una atrofia en las manos, pero luego lo retomó y demostró que aún tiene grandes talentos.

Luego, el Maracaná de repente se convirtió en playa, escenificada con los típicos vendedores ambulantes, las sombrillas y el tradicional aplauso de agradecimiento al sol, todo bajo clásicos como “Rio de Janeiro continúa lindo”.

Y luego vinieron los protagonistas: los atletas, que desfilaban al ritmo la contagiosa música brasileña. Los nombres de las delegaciones iban en piezas de rompecabezas, que se iban juntando en el medio del escenario.

La ceremonia fue concebida por el diseñador Fred Gelli, el escritor Marcelo Rubens Paiva y el artista Vik Muniz tiene como lema “Todo el mundo tiene un corazón” y está centrada “en la condición humana, los sentimientos, los desafíos, la solidaridad y el amor”.

Con AFP.

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