“Era duro. Al principio no me gustaba jugar en hierba. Sufría, jugando y tratando de lidiar con ella. Me llevó un tiempo calmarme y decirme, ‘mira, hay que adaptarse'”, dijo la deportista de 23 años, formada, como todos sus compatriotas, en canchas de tierra batida.

“Una vez llegué a la final de Wimbledon (en 2015), todo cambió porque me di cuenta de que debía dejar de quejarme, de que mi juego era bueno para esta superficie”, añadió Muguruza, que no había jugado en hierba hasta que vino por primera vez a disputar la fase previa de Wimbledon, a los 18 años.

La española, que ganó 7-5 y 6-0, pareció especialmente emocionada al ver como grababan su nombre en el cuadro de honor del All England Club, un panel de madera con las ganadoras de Wimbledon que siempre le había fascinado:

“Fue asombroso. Siempre miraba al muro y veía todos esos nombres, toda esa historia. Perdí aquella final y estuve muy cerca (de estar en el cuadro de honor). No quería perder esta vez, porque conozco la diferencia entre jugar una final, que es increíble, y jugar y ganarla”.

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Sobre el momento que cambió el partido -cuando levantó dos bolas de set en la primera manga y ganó ese juego y los ocho siguientes -, Muguruza dijo que no se puso nerviosa.

“Sabía que ella me iba a hacer sufrir, cuando estuvo con esos dos puntos de set me dije, ‘es normal, estás jugando con Venus, si pierdes el primer set quedan dos más'”, narró.

Muguruza es la primera tenista que ha batido a las dos hermanas Williams en finales del Grand Slam, a Venus en Wimbledon y a Serena en Roland Garros en 2016.

Lo más llamativo del palmarés de la española es que de sus cuatro torneos, dos son torneos mayores, que es, aseguró, donde, en su caso, los astros se alinean.

“Es muy difícil hallar una receta para sentirte bien físicamente, tenísticamente, mentalmente. Creo que en estos torneos logró hacer encajar todo, que es muy difícil”.

Con AFP.