El presidente israelí, Reouven Rivlin, seguidor del equipo, igual que muchos de los miembros del partido Likud del primer ministro Benjamin Netanyahu, destacó los esfuerzos por partes del club “en su lucha contra el racismo”.

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El Beitar, propiedad del oligarca francoisraelí de origen ruso Arcady Gaydamak, ha intentado cambiar la mentalidad de los aficionados del equipo, en especial entre los más jóvenes, inculcando valores del deporte y la tolerancia.

Sin embargo, la barra brava del club cuenta con un segmento llamado ‘La familia’, quienes se enorgullecen de que el Beitar sea el único club de Israel que no ha tenido jugadores árabes, y a los cuales, esos aficionados, aseguran odiar profundamente, incluso cantando durante los partidos “muerte a los árabes” y “Mahoma es homosexual”. Son conocidos por hacer gala de una ideología de extrema derecha.

Gyadamak intentó cambiar eso en 2013 cuando incorporó al equipo, por primera vez, a jugadores musulmanes chechenos, pero la facción más radical de la hinchada boicoteó varios partidos llegando hasta a incendiar los vestuarios.

AFP