Vivía en el barrio el Retiro, en el Distrito de Aguablanca de Cali, que es un barrio muy pesado. Ahí yo cree un caparazón en donde era a no dejarme de ningún niño, ni de nadie. El que me molestara yo también le respondía, fuera con golpes o con palabras”.

Así recuerda Íngrit sus primeros años en la capital del Valle. Venía de su natal Morales, Cauca, y esa fue su forma de combatir el matoneo que sufría, recordó en el programa La Red del Canal Caracol.

La niña de ojos verdes se dio a conocer entonces como la peleona del barrio, y esa fama la llevó a probarse en el boxeo, aunque en principio no le gustaba entrenar, sino simplemente dar golpes. Le gustaba la adrenalina que sentía en el momento de enfrentarse a alguien.

Pero antes  de convertirse en la gran deportista que es hoy, Íngrit tuvo que lucharla de otras formas: Fue empleada doméstica, atendía a los obreros en una finca, vendió mango en la calle, todo con el fin de ayudarle a su familia económicamente.

En medio de esa búsqueda de salir adelante, el que muchos calificaban como su mayor defecto, ser ‘peleona’, realmente fue su mejor talento, gracias al cual hoy es una boxeadora consagrada que logró el bronce en Río 2016.

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